EN NUEVA ESPAÑA, EL DEPORTE SE IMPONE A LAS PENURÌAS COTIDIANAS.
Fuente: Lmneuquen Gentileza: Adriano calalesina (Centenario)
Los chicos miran con asombro cómo un perro callejero roba con su boca la primera bocha antes de que comience el partido, en una irónica señal de cómo están las cosas en el barrio Nueva España.
En este lugar, los niños tienen un aura especial. No absorben la mala energía de las familias, provocada por el trauma de la última lluvia, donde el agua se llevó algunas casas asentadas en los cañadones a unos metros debajo de la Ruta 7.
Son las seis de la tarde y el sol cae rápido detrás de la barda de arcilla, que se impone majestuosamente con gigantescas sombras que yacen sobre el único playón donde los niños pueden practicar deporte.
Es la primera vez que algunos chicos tienen en sus manos un palo de hockey y la ansiedad por jugar supera los prejuicios de quienes miran del otro lado del alambrado, con caras extrañas, como si este deporte fuera exclusividad de una elite alejada de los pueblos.
“¿Hockey?… no creo que funcione acá, los chicos solo juegan al fútbol”, solían repetir algunas personas en el barrio, que de a poco se dieron cuenta que cualquier deporte podría despertar el buen ánimo y las ganas de superación de los más pequeños.
Andresito lleva la pelota como nunca. Es el más pequeño del grupo y mimado por todos. No le importa hacer goles sino compartir un rato con sus vecinos.
Desde hace unos meses que comenzó a funcionar una escuela municipal de este deporte, inspirada en el impulso de algunos profesores por hacer algo por la castigada barriada, ubicada en el límite imaginario entre Neuquén y Centenario.
“Yo estaba trabajando en un polideportivo en Neuquén dando clases de hockey y al principio cuando llegamos al barrio no teníamos mucha fe”, reconoce Gustavo Venslauskas, uno de los profesores.
La escuela tiene ya 24 alumnos y con el correr de las semanas se van sumando más chicos, quienes disfrutan de un momento de distracción mientras se reconstruye el tejido social del barrio.
“Al principio nos decían que el hockey era un deporte más para mujeres porque estaba identificado con el tema de Las Leonas. Pero de a poco fuimos revirtiendo ese concepto y los chicos se prendieron bastante”, asegura el profesor.
Los chicos recorren todo el playón con los palos y no importa la competencia. Saben que no todos querrán seguir con esa disciplina en un futuro y que lo más importante es volver a encontrarse en un espacio fragmentado por la desigualdad y la pobreza.
El playón no es uno de los pocos espacios públicos que tiene la barriada, sino el único. Es que la idiosincrasia del pueblo es típicamente rural. Los chicos suelen recorrer las chacras e ir hasta el río a pescar, pero los más pequeños pedían a gritos una actividad recreativa para no viajar hasta el pueblo.
Es que el barrio está ubicado a unos 8 kilómetros de Centenario y el Estado tiene que acercar el servicio de salud y la práctica del deporte, para que la gente no tenga que recorrer largas distancias hasta la ciudad.
La tarde se apaga entre los cañadones del barrio y, a pesar de las penurias, es un lugar bello a la vista, donde el cielo y el infierno parecen fundirse un abrazo eterno.