Luchas que hace tres meses dejó a Las Leonas, recibió un merecido homenaje en Jockey, el club desde donde se proyectó. Los detalles de una jornada emocionante.
(Fuente: La Capital; Cronista: Vanesa Valenti; Fotos: V.Benedetto)
El Jockey Club de Rosario le rindió el merecido homenaje a Luciana Aymar, su hija dilecta. La entidad de Fisherton se entregó de pies y manos para hacer sentir en su verdadera casa a la mejor jugadora de hockey de todos los tiempos. Fue una jornada a pura emoción y lágrimas la que se vivió en la tarde-noche del sábado. Porque, entre otras cosas, sirvió para que la cancha principal del club que vio brillar a Lucha pasara a llamarse “Luciana Aymar”. Y de yapa, la Maga volvió a sentirse viva adentro de una cancha.
Es una selfie. Y otra. Y otra más, que inmortaliza cada instante en una foto. Es una sonrisa. Y otra, la de expresar esa alegría inmensa de volver a casa. Es un abrazo. Cientos de abrazos. De reencuentros. Lágrimas. Muchas, de la emoción que se escapa por los poros sin necesidad de ser reprimida. Y muchas camisetas del Jockey con el mismo número: el 8. Y una inscripción: “Lucha Aymar. Gracias por tanto”. Y ocho estrellitas, el número equivalente a sus títulos de mejor jugadora del mundo.
Es ella, Luciana Paula Aymar, la mejor jugadora del mundo de todos los tiempos. Está de vuelta en su casa, en el Jockey Club. Tiene la camiseta puesta, los botines y el bolso de palos. Está rodeada de la familia verde y blanca, de chicos y grandes que se desviven por llevarse un recuerdo con ella. De sus amigos y familiares. Está circundada de afecto, ese que necesita como el aire que respira. Hará lo que pueda para sortear el malón de gente y entrará a la cancha principal. Va a jugar. Sí, otra vez. Es ese el terreno en el que prácticamente nació hockísticamente. Desde ahí se proyectó, hace más de 20 años. Soñó, creyó, voló y fue más allá de lo imaginado. Dejó a Las Leonas hace tres meses para empezar a vivir por otras cosas. Una de ellas, esta. La vuelta al terruño.
Lucha parece un héroe. Quizás lo sea. Pero ella lo está viviendo como una nena que no dimensiona por qué ese mundo que la rodea se desvive por lo que hace. No se le apaga la luz de los ojos. Está ahí, de nuevo, en su casa y va a volver a jugar al hockey con sus amigas. “Lucha va de 5”, dice Ernesto Morlan, uno de sus “creadores” y DT en uno de los bancos de suplentes en este partido homenaje. Se ríe ella, como toda la tarde. Entran a la cancha. Está en su salsa. O mejor dicho, en su hábitat natural. Lucha. Distintas generaciones de jugadoras de Jockey, entre ellas su hermana Cintia y sus compañeras en la selección del Litoral. Dos equipos. Todas con remera de Jockey, aunque uno pasará a ser “el rojo” y se pondrá pecheras para distinguirse.
Que arranque. Luciana quiere jugar ante su gente. Entonces la pide. A la pelota. Una y otra vez. Como siempre. Se tienta por los diálogos que sólo conocen quienes están adentro de la cancha, se divierte con las que están faltas de estado, se anima con las que la entienden en una u otra jugada. La pide de nuevo, tira dribblings, hace saltar pelotitas y amaga La Maga. Como más le gusta. Deliran afuera, la tienen ahí, tan cerca, a la mejor de todas, ya retirada pero con un talento que hace suponer que tiene cuerda para rato. Es su fiesta. La fiesta que Jockey le preparó porque, como reza la gigantografía que se colocó en la entrada de Wilde y Córdoba, ella es para ellos el “Orgullo para el mundo entero”.
Es la antesala del partido. Unos cuantos les dedican unas palabras. En todas se expresa la admiración. Y llega uno de los momentos más significativos del día. El presidente del club, Alfredo Olaeta, le dice que gracias a ella hoy tienen más de mil jugadores de hockey y le agradece por tiempos pasados. Y le hace una invitación, descubrir un panel. Un cartel enorme que está arriba de los bancos de suplentes. Va Lucha y tira de la cinta. “Cancha Nº 1. Luciana Aymar”. La remozada superficie, ahora de agua, tiene nombre propio. El de su hija dilecta, el de su bandera. No le queda otra a Luciana, poco amiga de los micrófonos, que tomar la palabra: “Buenas tardes. Gracias por esto, para mí es muy importante. Por suerte me abrazaron muy buenas compañeras y amigas que me contuvieron en toda mi carrera deportiva, empezando por faxes, cartas, mails y llegamos a mensajes de whatsapp y llamados telefónicos, pero han estado en todos estos años en los buenos y malos momentos, se los agradezco de corazón. Sé que todos, tanto el club como las chicas y los chicos, que me han ayudado a entrenarme tantos años cuando era más joven, hicieron un gran esfuerzo para realizar este lindo homenaje. Sé que volví locos a muchos (risas) pero está saliendo todo espectacular. La idea era compartir un momento entre amigos así que ahora hay que disfrutarlo. Me emociona mucho volver a ponerme esta remera y compartir este momento con ustedes (llora y se rie de nervios)… No voy a poder hablar mucho, gracias también a mi familia que siempre está conteniéndome. Gracias, los quiero. A disfrutar”.
Bromas y arranque de partido. 15’ después termina el primer tiempo. 1 a 0 el rojo con gol de Cintia Aymar. Lucha se pone la pechera, jugará un rato para el otro equipo. Va adelante, con Cintia, se entienden bárbaro, como en los viejos tiempos cuando hasta los rivales se paraban a aplaudir a esas dos flacas intratables que hacían lo que querían con la pelota. Hay otro gol de las del Rojo. Y uno más, producto de ella, de quién sino, de Luciana, quien la coloca por debajo de la arquera. Para el Jockey que juega sin pecheras descuenta otra Leona histórica, su ladera de la vida, compañera de viajes y habitaciones, una de las guardianas de su espalda adentro de la cancha: Ayelén Stepnik. Sonríe Aye por su gol y por los aplausos, menos lo debe poder creer Lucha. Nunca fue goleadora la 6. No era su función. Pero más de una vez, en el seleccionado, se rompió el lomo corriendo para llegar al área rival, acompañando a alguna jugada de Lucha. Aunque después La Maga optase por pasársela a una más habilidosa.
Terminan de jugar. Hay regalos para el público, Lucha llevó indumentaria del seleccionado argentino. Segundos después se sientan todas las chicas en el medio de la cancha y miran una pantalla donde un clip reflejará los mejores momentos de Aymar con Las Leonas. No se pierde detalle. Por momentos se divierte, en otros baja la mirada para buscar no sabe qué. Todavía le duele ver todo lo que hizo. No por malo, sino porque aún elabora el duelo de ya no estar. Hay un break y ahora juegan Jockey damas v. Jockey caballeros. Empatan 0 a 0 y se define con un penal australiano por lado. Va ella, Lucha, despliega toda su habilidad y define frente al arquero cómo aquella vez ante Corea en el Mundial de España 2006. Amaga, le pega al piso con el stick y cuando el arquero queda desparramado define él. Gol. Para ellos va a ejecutar un conocido de Lucha. Su hermano Lucas. Toda la presión y ataja Inés Delgado. Ganaron ellas, las del equipo de la homenajeada. Aunque todo esto sea anecdótico.
Hay nuevo video. Más emotivo aún, con material poco visto, con su historia en el Jockey. Le hablan sus compañeras, algunas, con anécdotas para deleitarse: “Me acuerdo de Lucha cuando no quería hacer el físico y se iba a esconder atrás del ombú o a jugar al pádel”, dicen. Y surgen más risas. Hay más regalos y el redondeo de una noche tarde-noche increíble que se prolongará un rato más con un cóctel entre jugadoras y amigos. Sale Lucha como puede, recibe el afecto de Nilda y René, los creadores de la “criatura”. Le cuesta salir, como en tantos lugares del mundo. Pero no le pesa. Este fue su día, su homenaje en Jockey, el lugar y el momento en el que a los 37 años volvió a ser una nena.
Viajó en el tiempo. Y lo disfrutó.