Ayuda y Solidaridad: EL HOCKEY, UN “PUENTE POSIBLE” PARA LA INCLUSIÓN DE CHICAS

(Fuente: Diario “Clarín”; realizada por David Flier) 

Cuando el deporte es dar

La ONG utiliza el deporte como herramienta para integrar a quienes sufren problemas de género, entre otras problemáticas. Apunta a cambiar la realidad de muchas mujeres, educándolas e incentivando a que vayan a la universidad.

Cuando Martín Almaraz comenzó a acompañar a una amiga a sus entrenamientos de hockey en el club Municipalidad de Vicente López, comprendió que los palos y las bochas eran elementos ideales para que las chicas de Chaco Chico, su humilde barrio de Lomas de Zamora, comenzaran a salir de la realidad de exclusión que vivían. Fue la génesis de El Puente Posible, una ONG que, con el hockey como herramienta, hoy ayuda a más de 800 chicas del conurbano a insertarse en la sociedad.

“Sufrí una situación bastante peculiar al ir a un club de mujeres: nunca me había percatado de que era muy incómodo para ellas ir a un club de fútbol en donde sólo había varones”. Almaraz, fundador y presidente de El Puente Posible, le cuenta a Clarín.com esa anécdota plena de empatía. “Me gustó cómo se vinculaban entre ellas y vi que por lo menos mi barrio no ofrecía algo así”, agrega. También cuenta que en su zona “las chicas estaban casi aisladas, no hacían casi deportes y los padres querían cuidarlas de los conflictos del barrio: el espacio público era casi excluyente para hombres”. Así, Martín y sus amigos llegaron en 2008 al primero de los 18 clubes en los que hoy El Puente Posible desarrolla la práctica de hockey para mayores de 7 años gracias al trabajo de 20 voluntarios. Cada uno con la consigna clara: inclusión social a través del deporte para aquellas mujeres que sufren cuestiones de género.

“El deporte implica valores. Inculca una disciplina, el hecho de entrenarse, de saber que lo tenés que hacer como parte de un equipo, que las fortalezas están en el conjunto. Así se generan las condiciones para que haya un mejor clima social”, resume Martín. María Florencia Sosa, quien con 18 años es una de las voluntarias que enseña en dos clubes, da testimonio de que esto es mucho más que una teoría: “A mi el trabajo de la ONG me ayudó mucho. Yo hoy veo como muchas chicas vienen con problemas y en el club encuentran contención“.

Florencia, quien además de desempeñarse como voluntaria trabaja como vendedora en un local de indumentaria y termina el secundario en Banfield, comenzó a jugar hace cinco años en Villa Melia y pronto entendió que después de recibir llega el momento de dar. “Me encanta ver la cara de felicidad de las chicas al jugar y olvidarse de sus problemas. Es algo que me llena el alma”, dice con convicción.

De todas formas, el deporte es apenas la primera de las patas sobre las cuales se sostiene el trabajo de El Puente Posible, que desde 2011 cuenta con su propia liga, en la cual cada sábado se comparten competencias pero también se forjan lazos de amistad. “Nos dimos cuenta de que con el deporte las chicas formaban parte de un colectivo más grande, pero que se trataba de un micromundo, que luego volvían a su realidad”, explica Martín. “Las chicas atravesaban problemas sociales, violencia familiar, carecían de proyectos de vida”, escenifica.

“Entendimos que el deporte debía ser acompañado con talleres, ya sea de violencia de género o familiar, de sexualidad o de orientación vocacional“, añade Martín sobre el momento en el que dieron inicio al segundo de los proyectos con los que cuenta la ONG. Se trata de “acompañamiento social”, en el cual se explica cómo enfrentar situaciones como noviazgos violentos o embarazo adolescente, por ejemplo. En estas tareas, han sido fundamentales los programas de voluntariados para universitarios, quienes cuentan en El Puente Posible con el espacio necesario para realizar las prácticas que la universidad le demanda.

El tercero de los cinco proyectos de la ONG se denomina “Un club mejor para todos”. Gracias al trabajo de alumnos de la Facultad de Arquitectura de la UBA que participan del Seminario de Urgencia Social, se piensa un club “casi desde cero”. “Llegamos a clubes muy humildes, se diseña desde el escudo hasta la indumentaria, se lo organiza para que comience a crecer”, cuenta Martín.

Ver video institucional

https://youtu.be/ACyqDYUmGyY

 

“Un puente entre dos mundos”

La inclusión, de todas formas, no es sólo para aquellas chicas de la sociedad marginadas por cuestiones económicas. El concepto de integrar alcanza a personas de otras realidades: las chicas en situación de encierro. “Buscamos articular dos realidades, la de mujeres con bajos recursos y aquellas que están en la cárcel”, explica la cabeza de la organización. Fue, de hecho, con este trabajo que nació el nombre de la ONG, en un intento de “realizar un puente entre dos mundos”.

Martín enseñaba Historia en un “penal de buen comportamiento” mientras entrenaba a las chicas de barrios humildes que se aprestaban a jugar un torneo regional en Banfield. Los internos, enterados de esto, propusieron colaborar desde su lugar: los hombres arreglaron palos de hockey y las mujeres cosieron camisetas. “Estábamos en el club a poco de empezar el torneo y en eso llegó un guardiacárcel con las camisetas. Fue increíble porque eran más lindas que las de muchos otros equipos”, recuerda.

Cambiar vidas, más allá del deporte

El quinto y más reciente proyecto de El Puente Posible tiene que ver con materializar el futuro de las chicas. “Lo principal acá es que se generaron proyectos de vida”, narra emocionado Martín, a la vez que recuerda: “Hay chicas que comenzaban con nosotros a los 15 años y ya empezaron a hacer los ingresos a la universidad”. Por ello se formó el “Equipo Preuniversitario”, que apunta a que las jóvenes sigan con sus estudios. “Jugadoras de distintos clubes que están en el final del secundario se juntan una vez al mes, se arma un partido contra el equipo de una universidad y se aprovecha la oportunidad para que tengan talleres de orientación vocacional o para que reciban enseñanzas que le van a ayudar en sus primeros pasos en la carrera, como nociones de informática para inscribirse”. El anhelo es, sobre todo, cambiar el paradigma que impera en la población: “La idea es que vean que son iguales a las chicas que van a la universidad. Muchas no se planteaban siquiera seguir sus estudios después del colegio y hay que concientizarlas en que la universidad es para todas”, enfatiza Martín.

Hay varios otros ejemplos de cómo el trabajo de la ONG trasciende los límites de una cancha de hockey. Por ejemplo, El Puente Posibleentrega cada año un trofeo para el club que elabore el mejor proyecto solidario. Un ejemplo de esos planes es el que se materializó el último día del niño: chicas del conurbano viajaron a Chilca Juliana, Santiago del Estero, donde, además de enseñar hockey y entregar materiales en un incipiente y humilde club, tejieron lazos de amistad con sus pares del lugar. 

Este último punto, el de los vínculos que se generan, es algo que destaca Camila, una chica de 14 años que juega el hockey y que disfruta de los encuentros entre los distintos clubes de la liga. “Hice muchas amigas”, relata desde su casa. Allí, su madre cuenta con un taller en el cual, junto con Camila y sus hermanas, cosen distintas prendas, entre las que se encuentran las camisetas de El Puente Posible. Otra mano solidaria.

Los proyectos crecen a pesar de que las dificultades siempre están a la orden del día. “Siempre nos faltan voluntarios”, dice Martín. Los fondos tampoco son fáciles de conseguir: donaciones, convenios con empresas o financiamiento del Ministerio del Desarrollo Social de la Nación son algunos de los recursos con los que intentan cubrir los costos. Los bingos y las rifas también suman en esta tarea. Pero, sobre todo, son los sueños los que motorizan la causa. Los de cumplir la misión de “una sociedad más justa, inclusiva e igualitaria para las mujeres, niñas y adolescentes”.

Conocé más de esta organización en: https://www.facebook.com/elpuenteposible