(Fuente: Diario “Clarín”, realizada por David Flier)
Cuando el deporte es dar
Lidera El Desafío, una fundación que busca el desarrollo de chicos rosarinos en situación de pobreza a partir de un programa metódico que aprendió de sus días como jugador y entrenador de hockey. Tiene una sede en Rosario y otra en Papendrecht.
Durante sus años como jugador de hockey y luego como entrenador, Mario Raimondi aprendió una lección: en la cancha, si no se esforzaba por cambiar las realidades adversas, las mismas no mejorarían por sí mismas. Más tarde, aplicó esta premisa deportiva al panorama de pobreza que mostraba al país en el comienzo del siglo. Así, sobre la base del esfuerzo metódico y la perseverancia, el hombre que hoy tiene 39 años creó El Desafío: una fundación que busca dar herramientas para que los chicos en situaciones de pobreza de Rosario puedan desarrollarse y convertirse en agentes de cambio.
En 2001, Mario había emigrado a Holanda en busca de nuevas experiencias y desempeñarse como entrenador de hockey. Cuando en aquel fatídico diciembre visitó Argentina, la situación lo impactó y empezó a gestarse en él el deseo de movilizarse para que la situación cambiara. Era todo un desafío.
A la distancia (en total, vivió una década en Holanda), comenzó a gestar contactos y un año más tarde, junto a 16 compañeros de hockey, organizaron una clínica a beneficio que les permitió recaudar más de 300 kilos de alimento para un comedor. “Nos dio una profunda vergüenza ver la reacción de la gente que recibía la comida. Lloraban, nos abrazaban, estaban muy emocionados y a nosotros nos parecía tan poco…”, recuerda para Clarín Mario, ganador del premio Abanderado Solidario de 2013.
“Competitivos por naturaleza deportiva, dijimos ‘vamos a hacer algo más, algo sustentable, desarrollo que cambie la vida de las personas'”, explica Raimondi, quien en 2011 volvió a vivir en Rosario. Entre 2002 y 2006, junto con Jorn Wemmenhove, holandés y cofundador de “El Desafío”, se capacitaron en el área del trabajo social, mientras, en Rosario, comenzaban los programas.
Hoy, El Desafío cuenta con dos sedes, una en Rosario y otra en Papendrecht. En la urbe santafesina, un total de 17 programas apunta a brindar a los chicos herramientas que les permitan crecer y salir del contexto de vulnerabilidad en el que viven. Lo hacen a través de distintos espacios deportivos donde brindan clases de hockey y fútbol para chicos de distintas edades, además de skateboard. También con talleres de música, danza, idiomas, cocina, dibujo o tecnología, entre otros. “Lo que hacemos es trabajar las habilidades de vida de los chicos”, cuenta Raimondi. Según el ex jugador, “se trata de que aprenda a manejar la frustración, a persistir, a trabajar en equipo, a colaborar”. Todos requisitos para el desarrollo.
El meticuloso control de los resultados obtenidos da cuenta de la eficacia del método: 590 chicos han pasado por los programas de la fundación desde 2006, cuando se organizó formalmente. De ellos, ninguno de los que iba al colegio desertó, mientras que un 58% de quienes habían dejado la escuela regresaron. Un 82% mejoró sus habilidades en la comunicación mientras que el 84% aprendió cuestiones puntuales sobre resolución de conflictos. Un 20% del programa de oficios obtuvo trabajos permanentes. Ninguno de los 590 se vinculó con drogas o el mundo criminal.
La organización, compuesta por 40 personas, de las cuales 25 son voluntarios, tiene una filosofía definida de trabajo. “Todo arranca con el diálogo, con sentarse de manera muy humilde con otra persona y no decirle lo que a uno le parece que tiene que hacer para cambiar su vida, sino preguntarle qué quiere y qué tipo de ayudar necesita”, explica el director de El Desafío.
Mientras tanto, la sede de los Países Bajos, además de colaborar con otras organizaciones sociales, promociona en Holanda las actividades que se hacen en Argentina. Es una puerta más para recaudar fondos. Las otras son eventos propios, clínicas, cenas o aportes de algunas empresas y fundaciones como Laureus. También el aporte de particulares: hoy se encuentra abierta una campaña para juntar 400 inversores sociales que pongan 50 pesos mensuales cada uno.
El deporte como base
“Tenemos una metodología documentada de trabajo: seis entrenamientos durante el año, capacitaciones que se da al staff sobre trabajo social, de comunicación, de abordaje de problemáticas”. Esta meticulosidad, para Raimondi, no es otra que aquella que aprendió del deporte. “Soy una especie de Bielsa por lo autoexigente“, dice en alusión al Loco Marcelo, el DT reconocido como un obsesivo. “Es un arma de doble filo: aprendés siempre, pero nunca estás conforme”, reflexiona Raimondi, quien está convencido de que su vocación es una fusión del espíritu deportivo y la responsabilidad social.
“El deporte es muy lineal, si no te entrenás no mejorás. Acá es lo mismo:si no te involucrás no va a cambiar nada, hay que redoblar esfuerzos cuando no te gustan los resultados”, amplía quien también aprendió como entrenador. “Cuando estaba a cargo de equipos me gustaba más la parte humana que la técnica. Mi trabajo de hoy me lleva a hacer lo mismo, pero en un contexto más complicado”, redondea.
Una tarea de todos
Trabajar con los chicos es solo uno de los ejes desde los cuales “El Desafío” apunta a un cambio, a lograr un desarrollo sustentable. “El otro es estimular la participación ciudadana de aquellos que no están en situaciones de crisis pero que pueden ayudar a construir el país en el que quieren vivir”, resume Raimondi, quien cuenta que desde la fundación también comparten sus experiencias con otras ONGs.
“La idea es mostrarle a la gente que la participación ciudadana es demandada y puede hacerse desde muchos lugares, no solo desde los partidos políticos”. Para ello, a través de charlas, capacitaciones o acciones en la vía pública, la fundación busca “estimular el sentido crítico de la gente“.
En ese sentido, Mario tiene una postura muy definida: cree que falta conciencia de lo que hay que hacer y que la dirigencia política no colabora y hasta pone trabas. “Creo que hay una corporación política que va más allá del cuadro. No les interesa la participación ciudadana, porque va a ser menos poder y más transparencia para ellos”.
“La gente quiere colaborar pero no sabe dónde. Terminamos en actitudes solidarias cortoplacistas, que para algunas cuestiones puntuales como la inundación o donación de sangre sirven, pero que para problemas estructurales no“, explica Raimondi. Para él, lo que sirve es “tener visión, compromiso a largo plazo, ideas superadores”. Se trata, dice, del “dilema entre lo urgente y lo que se sostiene en el tiempo”. Este, el del desarrollo en pos de la igualdad de oportunidades, es para Mario el gran desafío.
“Andy”, de la deserción escolar al testimonio inspirador
Un caso ayuda bien a resumir los frutos que se recogen en El Desafío. Andrés Pereyra, Andy para Raimondi, comenzó con un taller de fútbol a los 16 años. Por entonces había dejado el colegio y su única meta era ser jugador de fútbol.
Sin embargo, a partir de conocer el entrenamiento sistematizado del programa y a partir del trabajo con un mentor, descubrió que lo que realmente quería era ser entrenador. Pero, para ello, su vida tenía que dar un giro: Andrés decidió terminar el secundario (finalizará en 2015) para luego seguir con el Profesorado de Educación Física.
Claro que, para materializar su sueño, su compromiso fue más allá: se anotó en un curso de electricidad y consiguió trabajo de mantenimiento en una empresa, a partir de lo cual pudo mudarse a un departamento que comparte con un amigo. Actualmente tiene 20 años y, mientras se prepara para su educación terciaria, ya comenzó a desarrollar su vocación como voluntario: este año comenzó a trabajar como profesor en los programas de fútbol y de skateboard de El Desafío. “Es una inspiración para los demás chicos del barrio”, destaca, orgulloso, el fundador de la organización.
Conocé más de “El Desafío” en www.eldesafio.org/es.