Peillat es defensor, y de los buenos, para destacar le alcanzaría con esa sola destreza, pero el hecho de que convierta con pasmosa asiduidad lo constituye en una pieza clave y tan clave que con la camiseta albiceleste ya roza los cien gritos.
(Fuente: Télam; Cronista: Walter Vargas)
El destino olímpico de Gonzalo Peillat está vinculado de forma indisoluble con el producido de la Selección Nacional de hockey sobre césped, pero honrada la entidad de toda empresa colectiva se vuelve indispensable tomar el camino inverso: el destino olímpico de la Selección de hockey está anudado a la influencia de Gonzalo Peillat.
Y eso, aunque a primera mirada parezca exagerado, inopinado, porque hablamos de unos jugadores más prestigiados del planeta y uno de los mejores cultores de la fecunda artesanía del córner corto.
Sí, del córner corto, que en buen romance equivale a medio gol en un deporte, como el hockey, con unos cuantos puntos en común con el fútbol.
Peillat es defensor, y de los buenos, para destacar le alcanzaría con esa sola destreza, pero el hecho de que convierta con pasmosa asiduidad lo constituye en una pieza clave y tan clave que con la camiseta albiceleste ya roza los cien gritos.
Y de ellos algunos que han entrado en el bronce: ¿recuerdan la final panamericana, en Toronto, versus Canadá?
¡Anotó los cuatro goles que redundaron en la conquista de la medalla dorada!
Pero eso no ha sido todo: en el histórico tercer puesto en el Mundial de La Haya resultó el máximo anotador de la competencia, uno a Holanda, tres a Nueva Zelanda, tres a Corea del Sur, dos a Sudáfrica y uno a Australia.
En ese mismo 2014 la Federación Internacional lo nombró mejor jugador junior y el Círculo de Periodistas Deportivos de Buenos Aires lo distinguió con el Olimpia de Plata en una terna en la que estaba la mismísima Luciana Aymar.
El “Acha” Peillat, que así le dicen, es uno de los frutos más jugosos, si no el que más, de la notable expansión del hockey nacional jugado por varones, que empezó por disponer de una virtuosa camada de recambio y prosiguió por el camino de un crecimiento consolidado y afianzado con grandes resultados, como los ya referidos tercer puesto en el Mundial y primero en los Panamericanos, amén de sextos en el Champions Trophy de 2014, quintos en la Liga Mundial 2014/2015 y séptimos en el ranking mundial.
Nacido el 12 de agosto del 92, con casa en Villa Lynch y familia de jugadores de hockey (su padre, Emilio Peillat, y la delantera Laura Bertoni), Gonzalo empezó a jugar a los cuatro años, pasó de delantero a mediocampista, de mediocampista a defensor y ahí se quedó.
Su arte en la ejecución del córner corto vino bastante después y demandó varias etapas: primero lo instruyó Marco Ricciardi y después su propio padre, un herrero que le hizo un agujero a una bocha y la rellenó con arena para que de esa manera se acostumbre a impactar balones pesados.
Al tiempo padre e hijo redoblaron la apuesta y le pusieron una planchuela a un palo viejo, que de tal suerte se le hizo un hábito entrenarse con un palo de 500 gramos y el añadido de 400 gramos de planchuela.
Ya convertido en un pichón de bombardero se entregó al bordado fino inspirado por Jorge Lombi, goleador histórico de la Selección, un verdadero crack de la llamada “arrastrada”, quien no sólo fomentó los retoques convenientes para que se convierta en el crack que es hoy sino que además lo convocó a ayudarlo en la escuela de arrastradores que abrió en el club Municipalidad.
Hoy Peillat da sus propias clínicas y a los 23 años reúne una foja copiosa, que además de lo hasta aquí mencionado sabe de una experiencia en el hockey de Holanda y en la liga de la India, más aquella insospechada presencia en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, cuando el desánimo por la baja perfomance albiceleste vino de la mano de una experiencia valiosa e inolvidable.
Todavía recuerda con emoción que vio de cerca a Usain Bolt y a las estrellas de la NBA y se sacó una foto con Novak Djokovic.
Por las dudas, para desconocedores y despistados, ya es hora de escribirlo: Peillat, “El Acha” Peillat, el muchacho que acaso alguna vez retome sus estudios de arquitectura, será uno de los deportistas argentinos más talentosos de cuantos habrá en los Juegos de Río.