Amalia Domenech, de 96 años, y Esther Luy, de 81, acudieron al final del Tour ‘Mujer, Salud y Deporte’ en Valencia, donde recibieron un cálido homenaje. La primera, guardameta internacional, jugó ante Alemania durante la II Guerra Mundial. La segunda, profesora, se introdujo en este deporte para acercárselo a sus alumnas.
(Fuente: AS; Cronista: Maite Martín)
Los ojos abiertos de par en par. Una sonrisa permanente. Su pelo color plata y el rastro de la experiencia en su rostro. Todo ello permitía brujulearlas y encontrarlas. Amalia Domenech, de 96 años, y Esther Luy, de 81, no quisieron perderse el cierre del Tour ‘Mujer, Salud y Deporte’ en Valencia. Ellas, que impulsaron el hockey femenino en su tierra y en toda España, tuvieron su merecido homenaje. Iberdrola reconoció a estas pioneras que alumbraron el camino a generaciones y generaciones. A dos mujeres que derribaron muros para que el Oro en los Juegos de Barcelona 92 y las dos Platas en los Europeos de Amstelveen 95 y Barcelona 2003 pudieran convertirse en una realidad.
“Jamás pude imaginar una reunión así de gente haciendo ejercicio y sobre todo mujeres. Cuando yo empecé éramos pocas las que hacíamos deporte y menos aún las que jugábamos al hockey”, explicó Amalia, la más veterana, la que fuera guardameta internacional, la misma que pisó Alemania en plena Segunda Guerra Mundial para disputar un partido, presenciado por Hitler. Una historia digna de un guión cinematográfico. Un remake de ‘Evasión o Victoria’, en clave femenina.
“El hockey estaba abandonado en Valencia, no había absolutamente nada. No había campos, el que había estaba en el río. Dábamos más a las piedras que a la bola. Eso sí, cuando íbamos a jugar al césped no había quien nos cogiera. Antes no teníamos nada y ahora hay quien se preocupa por impulsar el deporte femenino, eso tenemos que aplaudirlo”, alabó Esther, profesora, entrenadora y también jugadora. Una vida dedicada a la formación y al stick.
Ambas protagonizaron el documental ‘Memorias del Hockey’, donde desempolvaron recuerdos. Periódicos añejos que olían a grandes gestas, recortes de sus reportajes. Imágenes que intercalaban con sus palabras. “Yo jugaba al fútbol con mis amigos, todos chicos. Una amiga fue quien me habló del hockey. Cuando el entrenador me vio me mandó a la portería y me dijo: ‘Antes de seis meses serás internacional”. Así fue. Y aquella primera cita de Amalia siempre será inolvidable. “Mi primer partido fue contra las alemanas”. Primero jugaron en Barcelona, luego tocaba ir allí. Corrían los años 40.
Por entonces la Segunda Guerra Mundial daba sus últimos coletazos. “Ya casi no bombardeaban ni nada. Fuimos en tren y jugamos el partido en Stuttgart. Después, como premio, nos llevaron a Frankfurt, que no estaba destruida. Estuvimos viendo los palacios de Carlomagno y nos dieron de comer bien, aunque nosotras para prevenir nos habíamos llevado nuestros bocatas”. Estaban en pleno epicentro de la historia.
En aquella época, Esther no era más que una niña. Cuando creció practicó Atletismo y Balonmano. Y ya como profesora le sedujo la idea de abrir el abanico de deportes para sus alumnas, para que llegaran todas. “No todo podía ser baloncesto y balón volea. Leí algo sobre el hockey, cogí palos de escoba y trapos. Hacíamos conducción y no podían dar la espalda al compañero. Esos fueron mis principios. No sabía ni cómo cogerlo, las enseñé a llevarlos como si fuese una escoba. Entonces, el palo era más curvo y pesaba más”, relató en el documental.
Tras ese primer contacto, esas miradas, se produjo el flechazo. Esther fue a la Federación y se inscribió como jugadora para aprender. Y ya con su título y sus conocimientos pudo transmitir a sus alumnas la esencia del hockey. “Me pasaba las noches practicando por los pasillos. Todo lo hacía para que mis clases fueran alegres y para todos, sin elitismos”. Antes había otras normas. Antes se golpeaba más la pelota, no se arrastraba tanto. Antes las tachaban de locas. Benditas locuras las suyas. Esas mismas que reescribieron el ahora.