La delantera es la aparición más fulgurante del hockey y recuerda los comienzos de Soledad García; “La falta de la medalla dorada me tira para arriba, me dan ganas de ir a buscarla”.
(Fuente: La Nación; Gs/ae; Foto: Maxie Amena)
María José Granatto ama el básquetbol, pero aún no se animó a pedirles un autógrafo a Manu Ginóbili y Luis Scola. Y eso que las Leonas y la Generación Dorada llegaron a Río 2016 en el mismo vuelo hace dos días. “Todavía estoy esperando el momento, me da un poco de vergüenza. Nos vimos en el avión y en la Villa aunque no se dio la situación”, describe. Sin embargo, Majo sí se anima -y de qué forma- a penetrar en el círculo rival y castigar con esos latigazos que se convierten en goles. Su desfachatez sorprende. Delfina Merino la apodó “Demonio”, por el Demonio de Tasmania. “Y también me dicen Furia -agrega- por aquella película de Disney (“Intensamente”). Cuando me hacen enojar me pongo roja”.
Granatto, de 21 años, es la aparición más importante del hockey sobre césped femenino en los últimos años. A ese talento natural le adosó un esfuerzo importante, con viajes muchas veces interminables desde Gonnet, su casa, hasta el Cenard. “Desde hace un año hago dos horas y media de trayecto todos los días para entrenarme con el seleccionado mayor, pero ya lo hacía en la época del junior. Salgo desde Gonnet y me tomo el Costera; si no hay tránsito tardo una hora, pero si no me puede llevar una hora y 40 minutos, por eso salgo con tanto tiempo de sobra. Y después me tomo el tren Mitre en Retiro hasta Núñez, que me deja a seis cuadras del Cenard”, explica la goleadora. “Cuando los entrenamientos arrancaban a las 8 me mataba, porque tenía que levantarme a las 5 de la mañana, desayunaba, armaba el bolso y a las 5.30 tenía que salir. Se me complicaba especialmente los martes, que terminaba a las 23.30 con mi club, Santa Bárbara, y no me acostaba antes de la 1. Así que dormía más durante las siestas que por la noche”, grafica.
-El DT Gabriel Minadeo reconoció que al momento de confiar en vos para los Juegos Olímpicos, pesó mucho ese “extra” que diste para viajar y no perderte ningún entrenamiento.
-¿Qué pensabas en los trayectos, en función de ir creándote un espacio en las Leonas?
-Se me llenaba la cabeza de expectativas, mientras tanto escuchaba música y trataba de relajarme. Lo bueno es que sentía la confianza del entrenador, porque jugaba muchos minutos y me tenía muy en cuenta. Estaba tranquila de que había hecho lo que debía hacer.
-Paralelamente con el seleccionado, jugás en Santa Bárbara con tus tres hermanas. ¿Cómo se vive esa experiencia cada sábado?
-Es lindo porque soy muy familiera. En los asados de los domingos discutimos sobre los que nos pasó en el partido y así aprendimos a escucharnos mucho más en casa.
-¿Hace cuanto coinciden las cuatro en la primera división?
-Desde el año pasado que compartimos la cancha con Delfina (19 años), Mariquena (23) y Victoria (25). Ellas son delanteras y yo juego de cinco; tengo otra función en comparación con el seleccionado. Me gusta meter goles y soy más ofensiva que defensiva, pero en Santa Bárbara quieren que tenga más la bocha y arranque desde más atrás.
-¿Por qué creés que vos llegaste a este nivel y tus hermanas no?
-Por una elección personal. Ellas aman el hockey, pero a algunas les faltaron ganas de entrenarse. Delfina fue siempre muy buena pero a la vez muy colgada, y eso no le ayudaba a mejorar; ahora está volviendo a su nivel de primera división. Mariquena tuvo otras prioridades, porque estudia y trabaja, y Victoria llegó a formar parte del plantel del Chapa Retegui, aunque se alejó del seleccionado cuando viajó para jugar en el exterior.
-Muchos te ven como la heredera de Sole García, por tu parecido en la forma de jugar…
-Sole fue una animal y era la jugadora que más me gustaba ver desde chica, más que nada por mi posición y por la garra que le metía. Creo que heredé esa entrega de ella.
-Las Leonas mantiene esa deuda interna de la medalla dorada, ¿Cómo te toca este tema?
-Me tira para arriba, me dan ganas de ir a buscarla. Las más grandes se han quedado con la espina clavada de otros Juegos. Yo recién me estoy metiendo, pero siento ese cosquilleo de esa medalla que nos falta. Es una presión, sí, porque estás escuchando todo el tiempo que es el último título que resta ganar en el seleccionado, pero vamos a canalizar esa sensación por el hambre y la ambición que tenemos.