Padres de los pequeños de la escuela Teresa Bombarde fabrican sticks para los futuros “felinos”.
(Fuente: Los Andes; Cronista: Gonzalo M.Tapia)
En un apartado rincón del Noreste del departamento de Maipú, alumnos de la escuela primaria Teresa Bombarde de Tittarelli esperan con ansias los martes y jueves, para poder agarrar sus sticks y jugar a este deporte que tantas alegrías le dio al país.
Martes por la mañana, escuela Teresa Bombarde de Tittarelli: casi 50 chicos con un stick en la mano escuchan las instrucciones de la profesora Sonia Araya, que desde hace 19 años imparte educación física y desde hace 12, hockey, en este establecimiento de educacional rural de Beltrán.
“En un principio los sticks eran los palos de escoba, lampazos, secadores y ramitas. Después los papás les pusieron caños, aluminio o latas. ¿Las bochas? Eran de medias o de plástico. Ahora que empezaron a aparecer los palos, traje bochas y pedí protectores bucales”, apuntó Araya.
Y continúa: “En las escuelas rurales hay interés de receptar todo. Este año le dimos más importancia al hockey en el segundo trimestre, pero seguiremos en el tercero. En estos días comencé a trabajar con el tercer grado gracias a los palitos donados, y si hay más empezaremos con los primeros. En esta escuela hay hockey hasta séptimo grado”.
La escuela se encuentra a un kilómetro hacia el oeste de la Ruta Provincial 33 y tiene una matrícula de 120 niños.
¿Cómo se hizo famosa la escuela Bombarde de Tittarelli? hace unas semanas, Gabriela, una de las mamás, subió a la más popular de las redes sociales un pedido de palitos de hockey para chicos de la primaria.
“Un día vine a dejar a mis hijos y noté unos palos extraños que portaban algunos chicos. Pregunté y me dijeron ¡son palos de hockey! No puede ser! me dije y ¡Tengo que hacer algo! pensé. Me puse en campaña. Algunos pueden comprárselos, pero otros no. Nos pusimos en campaña y subí al “Face” una fotito de los palos, fabricados por los padres. Los chicos que los tienen son los más responsables, los que más cumplen”, apuntó Gabriela Segreti que subió el pedido a la red hace tres semanas.
Los padres y maestros quieren reunir 240 palos. “Si esto es un éxito y nos supera, seremos solidarios y daremos para otras escuelas del sector y si hay más palos se irán a escuelas vecinas algunas a 17 km, para poder hacer encuentros que no se dan en hockey porque no se da hockey porque no tienen las otras escuelas, pero la idea es que se hagan”.
Hay que destacar que la escuela construye una cancha de césped natural en un terreno salino. El rectángulo con medidas reglamentarias está en el fondo del patio del establecimiento. “Conseguimos una manguera a buen precio y los chicos traen champas, que estamos colocando. Esto es un páramo, no es fértil , pero de a poco estamos tratando de dar forma a la cancha. Todo sea para que los chicos tengan dónde jugar”, cuenta Juan Chamorro, uno de los celadores.
“Es una canchita con dimensiones reales. Por la salinidad del terreno no se podía plantar nada y como tenemos agua de pozo, nos pusimos a hacer la cancha. Recibimos ayuda de la bodega Zuccardi que además nos donó también 30 arbolitos”, expresó la directora.
La profesora Martínez suma: “Esta falta de palos no era un obstáculo para la escuela. Nos sentimos orgullosos de lo construido por sus padres. Siempre buscan la manera que a los pequeños estudiantes no les falte nada, por eso era como un orgullo tener estos palos casi artesanales”.
Termina la jornada y los chicos con su palitos “made in home” se suben a un colectivo azul de Nueva Generación y parten a sus hogares. Con ellos viajan muchos sueños. Entre estos, quizá de ser un futuro León dorado.