Fue la Nº 1 del mundo, tal vez la mejor de la historia. Para lograrlo no vivió una “vida normal”, admite. Retirada en 2014, sufrió mucho el adiós, pero hoy va saliendo a flote. Un documental sobre Lucha, pronto a estrenarse, explica el fenómeno: una perfeccionista incansable, ejemplo de trabajo y humildad.
(Fuente: Gente; Cronista: Eduardo Bejuk; Foto: Christian Beliera)
L¡a vida de Luciana Aymar es de película. Literalmente. Ella nunca lo imaginó, desde aquella infancia inquieta en Rosario, cuando se propuso una meta inédita: convertirse en una celebridad deportiva mundial de la mano del hockey.
Pero lo logró. Basta recordar que alcanzó cuatro medallas olímpicas, dos campeonatos mundiales y ocho veces fue elegida como la mejor del planeta. El jueves 21 de abril, cuando se estrene el documental Lucha. Jugando con lo imposible –dirigida por Ana Quiroga, con producción de Milagros Lay González y Carlos Barrientos–, todos seremos testigos del hito. “Ver mi vida en una película es algo que… No, jamás lo había fantaseado… Es increíble”, dice la ex Leona de 38 años, mientras toma un café en el cómodo living del Casa Chic Hotel, en Palermo.
–¿Dijiste que sí desde un principio?
–¡No! Al contrario. Cuando me lo propusieron me quedé fría, y mi respuesta fue negativa. Me lo vinieron a decir en 2010. Se venía el Mundial de Rosario, era la capitana y les dije que mi cabeza estaba puesta en eso. Entonces le buscaron la vuelta: les pedían a mis compañeras que filmaran la intimidad en los torneos, para acumular material. Yo ni me daba cuenta. En los Juegos Olímpicos de Londres 2012 volvieron a la carga. Ahí aflojé. Cuando vi el material recolectado a lo largo de veinte años de carrera, quedé sorprendida.
–¿Tu vida es de película?
–Y… Fue medio alocada.
–“Es”, querrás decir.
–Bueno, sí, sí… Pero en lo que respecta a lo deportivo, mi vida fue así.
–¿Por qué?
–Porque le di 100% de prioridad al deporte. En todas sus facetas. Relegué un montón de cosas para llegar a conquistar las cosas que logré… Cuando empecé, a los diez años, las condiciones no eran justamente…
–¿Cómo eran?
–Y… una lonja de pasto y nada más. No jugaba en una liga, nada.
–¿Qué te impulsaba en ese momento?
–Sabía que quería trascender en el deporte. No tenía claro cuál. Hasta los 16 practiqué varios, incluido el tenis. Me gustaba, pero el hockey tenía ese condimento de deporte en conjunto que me hacía disfrutarlo más. Lo elegí. Y tuve muchísimos años de entrenamientos, de viajes a Buenos Aires a veces haciendo dedo… ¡Lo tenía tan claro desde chiquita…! En ese tiempo nadie sabía lo que es el hockey. Hasta mi familia me decía: “Es una locura lo que vos pretendés de ese deporte”. Mi mamá me quería poner entrenador de tenis. “Dedicate a esto; te va a ir mejor”, me pedía.
–¿Vos qué le contestabas?
–Que amaba jugar al hockey y estar con mis amigas. Y, la verdad, yo agarraba el palo de hockey y me quedaba horas sola… Pero horas, eh… Me acompañaba un entrenador loco como yo –el “Rata” Jorge Mallo, ya fallecido–, que me ponía plomo en la punta del palo, me hacía jugar con pelotitas de golf… Le agarré una fascinación muy grande. Y pensaba: “Hasta no ser la mejor y ganar un Mundial, no voy a parar”.
–¿De dónde salía esa determinación?
–Me costaba mucho expresarme. Era muy callada, introvertida, no mostraba mis emociones… Y creo que en el hockey encontré una manera de exteriorizarlos. Me di cuenta del talento que tenía y, además, sentía satisfacción al exigirme todo el tiempo. Me llevaba yo misma a límites que no podía aguantar. Cuando hacía ejercicios físicos terminaba siempre vomitando… Lucho Barrionuevo, mi entrenador, me tenía que parar. Era mi manera de tratar de ser mejor. Para mí, a los entrenamientos hay que sufrirlos. Y a mí me gustaba el sufrimiento, ja, ja… Mis compañeras no podían entender cómo me quedaba por horas entrenando sola, perfeccionando gestos que quizás no necesitaba mejorar. Siempre fui así. Por eso tenía mis arranques, mis ataques con entrenadores, árbitros, compañeras. Eran emociones reprimidas.
–¿Qué resignaste en ese trayecto?
–Una vida normal. Me perdí miles de eventos sociales, porque siempre elegí los entrenamientos, las giras, y puse al hockey por encima de todo. De mis parejas, inclusive. No iba a casamientos de amigas, ponele… Y ellas, lógico, no lo tomaban bien. Creo que de otro modo no hubiese conquistado lo que logré. Son peleas que tengo con mi psicólogo, ja ja. El me dice que no es tan así, que igual podía ser la mejor sin resignar tanto. Yo digo que no. Es una discusión que tenemos todo el tiempo… ¡y no me la va a ganar!
–Uno ve a Michael Jordan, Leo Messi… Y, disculpame, pero piensa: “Estos tipos están locos, por lo perfeccionistas que son”.
–Lucho (Barrionuevo) me lo dijo una vez. Yo venía de separarme, porque obviamente con mi forma de ser era muy difícil tener pareja. Era yo y el hockey, y mi compañero en segundo plano; tampoco estaba bueno para él. Lucho me reconoció: “Los Nº 1 no son normales”. Y es así. Están al margen, ponen su mente en eso solamente… Cuando dejás de jugar lo padecés, porque decís: “Me falta algo”. Me refiero a madurar en un montón de aspectos de lo personal. Ahora que no tengo el hockey, todo lo que relegué debo empezar a pulirlo. Mi psicólogo me está ayudando a encontrar un equilibrio entre la Luciana jugadora y la persona. Hasta que se encuentren y se hagan amigas, ja ja.
–¿Cómo te llevás con la fama y el peso de ser un modelo para tantos jóvenes?
–Y… Vos leés los mensajes por las redes sociales y es recurrente la frase: “Me gustaría ser como vos”. Lo lindo es haber sido conocida por algo que amé hacer… El hockey fue mi matrimonio. Ahora me estoy tratando de reinventar en mi vida privada y dándole la mayor energía posible a lo personal, pero me encanta todo lo que logré.
–¿Cómo es la Luciana de ahora?
–Normal, nada de otro mundo. Desde que dejé, todo es nuevo. Estoy aprendiendo muchas cosas.
–Bueno, sos muy talentosa. Uno cree que lo que encares lo vas a hacer bien.
–Eso me dice mi familia, me lo decía mi ex…
–Tampoco tenés que ser la mejor del mundo en todo.
–Bueno, ése es el tema. Quizás por temor a no ser la mejor en todo, no encarás ciertas cosas. Hoy estoy dándome esa oportunidad. No estoy pensando en ser entrenadora. Hay otros proyectos: charlas motivacionales, por ejemplo, asesorías…
–Vas a cumplir 39, llegan los 40… ¿Cómo pega eso?
–¿Sabés? ¡Cero drama con la edad! Lo tuve a los 30, en realidad. Justo me había separado y pensaba: “Sola a los 30…”. Mis amigas se empezaban a casar… Después se me pasó, y ahora no me molesta. De hecho, me separé hace un año y medio y estoy muy bien. Me costó, eh. El año pasado fue difícil, como un duelo. Tuve que rechazar varias invitaciones para ir a programas. Lloraba por dentro: veía jugar a las chicas y era un puñal en el corazón. De la tristeza, no podía ni aplaudir… Ahora estoy feliz, tratando de encarar la vida desde otro lugar.
–¿Tenés ganas de enamorarte?
–Sí, obvio, totalmente. Me encantaría, pero hoy estoy puliendo cosas mías, necesarias para poder estar bien con alguien.
–¿Y vas bien?
–Sí, sí.
–Si tuvieras que definirte, ¿qué dirías? Que Luciana Aymar es…
–Buena gente. Eso trato de ser. Es lo más importante.